Se dice que las ciudades están en el corazón del problema y, por lo tanto, son también el corazón de la solución. O, en otras palabras, que es allí donde se librará la batalla por la sostenibilidad futura, ya que no solo concentran a más de la mitad de la población mundial -en Chile el 88% de sus habitantes vive en ciudades-, sino que además consumen más del 75% de los recursos naturales, producen más del 50% de los residuos globales, consumen dos tercios de la energía y emiten cerca del 70% de las emisiones de carbono a nivel mundial. “El futuro del planeta nos lo jugamos en las ciudades” advertía hace ya media década el destacado economista Nicholas Stern, uno de los primeros en poner sobre la mesa el grave alcance económico y social de la crisis climática. Hoy, la solución está en la construcción de ciudades circulares.
La pandemia del Covid-19 no hizo sino acrecentar más la crisis del diseño actual de la ciudad poniendo de relieve una serie de falencias –sobre la forma de habitar, el espacio público, el transporte, el consumo y la manera en que creamos comunidad- que terminaron por acelerar los esfuerzos que se estaban haciendo para diseñar las nuevas ciudades del futuro. Y la respuesta está, nuevamente, en la circularidad, en una ciudad que aplica la visión de la economía circular al diseño urbano para conseguir un desarrollo sostenible con tres ejes principales: calidad ambiental, prosperidad económica y equidad social.
Quizás una de las mejores conceptualizaciones que se han hecho al respecto en el último tiempo están en un position paper presentado a fines de 2020 por Enel como parte de su estrategia global, que no solo analiza el contexto en que nos encontramos, sino que define una estrategia sobre cómo construir la ciudad circular del futuro y el rol que en ello tendrán cada uno de los actores involucrados.
En esta visión, el paso de la ciudad inteligente -concepto previo en el que se venía trabajando- a la ciudad circular “consiste en la transición de una visión focalizada principalmente en las nuevas tecnologías y en las ventajas que estas pueden ofrecer, a una visión donde las tecnologías continúan teniendo un rol importante, pero se insertan en una visión holística cuyos objetivos son la competitividad económica, la sostenibilidad ambiental y la inclusión social”, afirma el documento.
Este análisis contiene además un punto importante en la transformación urbana hacia una economía circular para un futuro sostenible: la resolución de desafíos no puede abordarse de manera aislada, porque las ciudades son sistemas interconectados, integrados en circuitos regionales y globales, por lo que eventuales mejoras realizadas a escala local en una ciudad generarán impacto en muchas otras. Los nuevos negocios y la innovación impulsados por la economía circular generarán además nuevos puestos de trabajo en sectores de fabricación, las reparaciones y los servicios, que presentan al mismo tiempo nuevas oportunidades de desarrollo a nivel local.
La implementación de la economía circular a la planificación de las ciudades requerirá de varios cambios: la fijación de objetivos claros y la participación de todos los actores, donde las gobernanzas y las alianzas público-privadas tendrán un rol central; contar con una mayor oferta de energías renovables y la aplicación a gran escala de la eficiencia energética; la implementación de nuevos modelos de negocios, con la servitización como un pilar fundamental; nuevas formas de movilidad urbanas, más eficientes y menos contaminantes, entre otras. Y en ello, la tecnología ciertamente jugará un rol central, pero sin olvidar que estas deben ponerse al servicio de la calidad de vida en las ciudades