Variación en los climas y reducción en la acumulación de nieve: Estudio revela alarmantes proyecciones para fines de siglo en Chile
La expansión de los desiertos en el norte y el predominio de climas templados con veranos secos en la zona central, son algunas conclusiones que arrojó un estudio de investigadores de la Universidad de Chile. A ello se suma una drástica reducción de los montos de precipitación que caerán en forma de nieve en Los Andes, en un escenario con altas emisiones de gases de efecto invernadero. Para ahondar en estos resultados, País Circular conversó con el ingeniero civil y autor principal del estudio, Nicolás Vásquez; con la también ingeniera civil y coautora, Lucía Staff; y con el académico del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile, Juan Pablo Boisier.


Un reciente estudio liderado por investigadores de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la Universidad de Chile y publicado en la revista Environmental Research Letters, entregó alarmantes proyecciones en el contexto del cambio climático. Entre ellas, cambios en la extensión espacial de los tipos de clima en el país, así como una reducción de hasta un 50% en la acumulación de nieve en Chile para fines del siglo XXI.
El trabajo, encabezado por Nicolás Vásquez y que contó con la participación de otros cinco investigadores, recogió proyecciones de 30 modelos climáticos globales. Cabe destacar que este estudio se enmarca dentro del proyecto Fondecyt, Robust estimates of current and future water resources across a hydroclimatic gradient in Chile, dirigido por el académico del Departamento de Ingeniería Civil de FCFM-UChile, Pablo Mendoza.
Nicolás Vásquez, Doctor en Ingeniería Civil de la Universidad de Chile, comenta que en el estudio analizaron “variables muy relevantes para Chile, como la precipitación y la temperatura. En ese sentido, tanta sorpresa no hubo, porque ya hay investigaciones previas que muestran lo que seguimos afirmando, que es la disminución de precipitaciones en la zona central de Chile, la gran incertidumbre que hay en los cambios proyectados en la zona norte del país -particularmente en el altiplano- y los cambios en la zona austral de Chile”.
“Pero lo que sí es novedoso es que analizamos los tipos de clima en Chile, que era algo que en particular no se había hecho. Según mi conocimiento, éste sería el primer estudio enfocado a Chile que analiza cómo va a variar el clima en el futuro. A pesar de que hay dispersión en los cambios proyectados de precipitación y temperatura, increíblemente sí hay un acuerdo en cómo se vería Chile en términos de clima, si seguimos con las emisiones de gases de efecto invernadero, como lo estamos haciendo ahora”, agrega el autor de la investigación.
“Es sorprendente, porque no esperábamos ver tanta coherencia entre los modelos sobre el clima proyectado. Y esa coherencia reduce drásticamente la incertidumbre sobre qué zonas van a ser más afectadas y esas zonas son dos: En su gran mayoría, la de Los Andes centrales de Chile y la del sur de la Patagonia. Hemos logrado identificar esas dos como zonas donde el clima cambiaría drásticamente. Y es lamentable, porque en la zona central de Chile es donde viva la gran mayoría de la población, mientas que la zona sur hasta hoy se ha mantenido relativamente intacta de la influencia humana”, recalca Nicolás Vásquez.
Lucía Scaff, co-autora del estudio e ingeniera civil de la Universidad de Chile, confirma que “uno de los resultados más interesantes son justamente los cambios en los tipos de clima. El tipo de clima define muchas otras cosas en nuestra cultura y vida, como así también en los ecosistemas”.
“Caracterizar el cambio en los tipos de clima entrega información muy relevante para continuar con el análisis del impacto que podría tener el calentamiento global a fines de este siglo en nuestra flora, fauna y en el régimen del ciclo hidrológico. Vale la pena destacar de este trabajo que se encuentra un potencial cambio en el clima del Valle Central, donde hay posible tendencia desde un clima templado a uno árido, y a un claro y persistente cambio en el clima de alta montaña en todo el territorio”, detalla la especialista.
“Es bueno pensar en los resultados de este trabajo como un valor superior o máximo de los cambios que podrían ocurrir. Esto es, porque se usa el escenario más desfavorable para representar el clima futuro”, añade Lucía Scaff.
Por su parte, Juan Pablo Bosier, físico de la Universidad de Chile y académico del Departamento de Geofísica de la misma institución, reafirma que este estudio “muestra cosas que nosotros ya conocemos, pero las cuantifica de muy buena manera. Básicamente, que hay una tendencia de baja de la precipitación, en un escenario socioeconómico global pesimista hacia fines de siglo. Si bien son simulaciones globales, en este estudio en particular están tomadas y adaptadas para Chile, mediante técnicas estadísticas de regionalización”.

“A pesar de que hay dispersión en los cambios proyectados de precipitación y temperatura, increíblemente sí hay un acuerdo en cómo se vería Chile en términos de clima, si seguimos con las emisiones de gases de efecto invernadero, como lo estamos haciendo ahora”.
Reducción en la acumulación de nieve
Entre otros resultados, este estudio evidencia una importante reducción de los montos de precipitación que caerán en forma de nieve en Los Andes, con un aumento en la elevación de la línea de nieves. En concreto, en la precordillera andina se proyectan reducciones que alcanzan el 50% en la precipitación en forma de nieve, lo que eventualmente afectaría a ecosistemas que dependen de la nieve como fuente de suministro de agua en épocas de mayor demanda.
“Esto es novedoso, porque aquí analizamos la temperatura y la precipitación en conjunto. Entonces, si uno combina, por una parte la disminución de la precipitación y, por otro lado, el aumento de la temperatura, termina con estas disminuciones súper drásticas de caída de nieve que van a afectar el ciclo hidrológico y, finalmente, la disponibilidad de agua”, expone Nicolás Vásquez.
Al respecto, Lucía Scaff complementa que “el estudio confirma que la disminución de precipitaciones podría ser en promedio de un 30% en la zona centro-sur, acompañada de una fuerte disminución de la precipitación que caería en forma de nieve (fracción de nieve sobre precipitación total). La fracción de nieve disminuiría en este escenario desfavorable de calentamiento global, en hasta un 75% entre el Ñuble y Los Ríos”, subraya la también académica del Departamento de Geofísica de la Universidad de Concepción.
“El promedio nacional del posible cambio en la fracción de nieve es de un 50%. El cambio en la fracción de nieve es importante, porque nos ayuda a pensar cómo vamos a recibir el agua en las montañas. Por ejemplo, cuando la precipitación cae en forma de nieve, eso nos ayuda a almacenar el agua como recurso hídrico para la temporada estival, a diferencia de la lluvia, que nos ayuda a la disponibilidad de agua durante el invierno”, afirma Lucía Scaff.
De acuerdo a lo que plantea Juan Pablo Boisier, también investigador de CR2, es importante considerar los stock de nieve como embalses naturales. “Nuestras cuencas más nivales nos proporcionan agua precisamente en verano. Entonces, ¿qué significa tener cuencas que transitan de un régimen más nival a uno más pluvial? Como lo muestra este artículo, es que aparte de tener menos agua en total, esa agua la entrega la cuenca más hacia el invierno que hacia el verano. Pero en todos los sistemas agrícolas, el uso de agua se concentra principalmente durante la primavera y el verano, lo que suma una presión mayor a nuestro sistema productivo bajo estos escenarios”.
Paralelamente, otro tema abordado en este estudio es la isoterma cero durante los días de precipitación, para todo Chile continental. Según declara Nicolás Vásquez, “ahí también se ven cosas preocupantes. Debido a que la temperatura va a aumentar, eso va a implicar hacia el futuro un aumento importante de las elevaciones a las que caería nieve o caería lluvia, y eso repercute justamente en que vamos a tener crecidas o áreas aportantes a las crecidas en eventos de tormenta y de precipitación mucho más grandes. En algunos casos, ese aumento supera en áreas fácilmente el 20%”.
“Esta es otra derivada que hay que empezar ya a analizar. En Chile, poco a poco se está comenzando a pensar cómo vamos a adaptar nuestra infraestructura al cambio climático, pero está muy en pañales. Creo que este estudio justamente es un insumo y enfatiza en eso. Cada vez que llueva en el futuro, la isoterma va a estar más arriba en la cordillera y eso trae repercusiones en los montos máximos de caudal que vamos a estimar, en las crecidas, en el desborde de ríos y en la calidad de agua de nuestros ríos. Ese tipo de fenómenos los vamos a estar viendo de manera más frecuente y ya es tiempo de que pasemos de los datos a la acción”, reflexiona el investigador principal.
Lucía Scaff, por su parte, indica que “este trabajo no solo encuentra resultados robustos de los potenciales cambios hidrometeorológicos en todo Chile para finales de siglo, sino que también caracteriza el grado de acuerdo entre las proyecciones. El grado de acuerdo nos ayuda a entender mejor nuestro grado de confianza en el espectro de respuestas que se obtienen de diferente proyecciones futuras”.

“El estudio confirma que la disminución de precipitaciones podría ser en promedio de un 30% en la zona centro-sur, acompañada de una fuerte disminución de la precipitación que caería en forma de nieve”.
Escenario inquietante
Con los resultados arrojados por la investigación, los expertos coinciden en que el panorama es poco alentador y, por lo tanto, se requieren acciones en el más corto plazo. “Los resultados entregan las variaciones en precipitación, fracción de nieve y tipo de clima entre el clima histórico y un escenario futuro desfavorable para finales de siglo, de altas emisiones de gases de efecto invernadero”, asevera Scaff, especialista en Recursos Hídricos y Medio Ambiente.
Mientras que Nicolás Vásquez reafirma que “habría que evaluar cómo se traducen estos datos en disminución de agua o en efectos a la flora y la fauna, por ejemplo, pero de todas maneras el escenario es preocupante. Ahora, si ya tenemos identificadas qué zonas podrían cambiar más o dónde hay mayor acuerdo, podríamos desde ya pensar o al menos monitorear esas zonas para adelantarnos. Es fundamental planificar, buscar alternativas, mitigar y adaptarnos dentro de lo que podamos”.
“Pero efectivamente no se ve para nada prometedor. Por eso creo que hay tanta urgencia, al menos desde Chile, en reducir las emisiones de gases contaminantes, porque vamos a ser uno de los países más afectados, a pesar de que en términos porcentuales aportamos muy poco a la emisión de estos contaminantes. Nosotros nos abocamos a cuantificar impactos en precipitación, temperatura, en caída de nieve y en elevación de la isoterma en los días con precipitación, pero ahora falta traducir esto en medidas concretas”, insiste el investigador principal de este estudio que está disponible de forma gratuita.
“Por ejemplo, el Acuerdo de París, que es el último gran acuerdo a nivel mundial para restringir las emisiones de gases contaminantes y de gases de efecto invernadero, está a puertas ya de incumplirse. Efectivamente, los esfuerzos que estamos haciendo son insuficientes y hay que hacer aún más, pero eso cuesta dinero, energía y tiempo”, manifiesta Nicolás Vásquez, quien además se refiere a los plazos que plantea esta investigación.
“Estamos hablando de aquí al 2070, que está solo a 45 años y que es cuando efectivamente las cosas se van a ver muy distintas. Ya estamos en parte sufriendo algunas de las consecuencias del cambio climático. Así que, aunque el final del siglo XXI puede sonar muy lejano, estamos hablando de 40 o 50 años, no más que eso. Y para el esfuerzo que tenemos que hacer para reducir las emisiones de gases contaminantes, sin duda que es muy poco tiempo”, subraya el Doctor en Ingeniería Civil de la Universidad de Chile.
Juan Pablo Boisier, por su parte, recalca que “todos los resultados del estudio van en la dirección de las cosas que hemos ido aprendiendo con el tiempo. Pero lo más importante es que muestra un ejercicio muy bien hecho de realmente cuantificar estos cambios. Y estos son datos que tienen que estar en manos -sobre todo- de quienes toman decisiones al respecto, ya que es un escenario complejo global. Entonces, es bueno saber qué significa un escenario pesimista global para el clima de Chile y, en particular, para los recursos hídricos”.
“Desde el CR2 lo que venimos puntualizando entre muchas otras recomendaciones, es que necesitamos precisamente tener metas cuantitativas, por ejemplo, de seguridad hídrica en Chile. Eso hasta ahora no lo tenemos. Entonces, lo primero es tener metas. Porque cuando tienes metas, eventualmente puedes generar medidas y políticas que vayan acorde a esos objetivos. Ese es el orden de las cosas, normalmente”, señala el físico.
Finalmente, Juan Pablo Boiser concluye que lo más relevante de este estudio es, primero, “la robustez en términos de número de modelos utilizados, en términos de metodología utilizada, porque es novedosa la metodología de regionalización. Y luego, el confirmar tendencias de cambio climático en Chile y, en particular, cuantificar cosas que muchas veces no están tan visibles, como lo que tiene que ver con el régimen nival de las cuencas y que, lamentablemente y como se espera, muestra un panorama no muy alentador producto del efecto que tiene, tanto la precipitación como la temperatura en el régimen nival”.
“Nuestras cuencas más nivales nos proporcionan agua precisamente en verano. Entonces, ¿qué significa tener cuencas que transitan de un régimen más nival a uno más pluvial? Como lo muestra este artículo, es que aparte de tener menos agua en total, esa agua la entrega la cuenca más hacia el invierno que hacia el verano”.
