DJI Dronespray: los drones con inteligencia artificial que vuelan hacia una agricultura más sostenible
Estos equipos con IA contribuyen a una gestión más eficiente de los cultivos gracias a su capacidad de sobrevuelo evitando la erosión y compactación que producen los tractores. Asimismo, logran crear imágenes multiespectrales que permiten comprobar in situ la salud de la planta y, con ello, hacer un uso de agroquímicos mucho más dirigido y sectorizado. Así logran ingentes ahorros en el uso del agua, aportando en la lucha contra la megasequía.
Haciendo un viaje de negocios por China, Jorge Álamos y su padre descubrieron en 2011 unos drones con inteligencia artificial en una feria, donde comprobaron los efectos positivos que éstos tenían en los campos de arroz en el gigante asiático. A tanto llegó el entusiasmo de ambos que de vuelta a Chile se contactaron con la empresa fabricante de los drones para ver si podían ser aplicables en nuestro país. Padre e hijo eran parte de una familia ligada al campo en venta de material agrícola, por lo que estaban a caballo en el tema.
Recién en 2015, la fabricante china sacó un modelo que perfectamente se podía adaptar a la realidad chilena, y que en 2016 salió a la venta para el resto del mundo. Por esas fechas encontraron uno de esos drones en Estados Unidos y lo trajeron a Chile. Se empezaron a capacitar para entender bien su funcionamiento, incluyendo la post venta que no estaba incluida, y en 2020 tenían la fundada convicción de querer ser representantes de la marca china en nuestro país. Así nació DJI Dronespray, con su propia sede en Chile.
“En el arroz el dron es una tremenda herramienta. Es una solución más que una opción. Y nosotros vimos una posibilidad importante de resolver varios problemas, como los daños en los cultivos y el contacto con agroquímicos de las mismas personas”, revela Jorge Álamos, gerente general de DJI Dronespray, cuyas sucursales están en Linares, zona arrocera de Chile, y en Puerto Varas. Tienen una red de distribuidores desde La Serena a Puerto Montt.
Ingeniero ambiental de profesión, Álamos conocía al dedillo el impacto ambiental que provoca la agricultura intensiva, a gran escala. Por ello, el emprendedor destaca el mismo hecho de volar como una significativa ventaja respecto del uso de los tractores. “No genera compactación ni erosión. Ambas son situaciones que ocurren con el terreno producto del uso de maquinaria agrícola”, explica el gerente general.
Al valerse de la inteligencia artificial (nivel 1), los drones son una gran alternativa al momento de la aplicación selectiva de productos en el campo y de seguridad contra los obstáculos. Pueden, por ejemplo, tomar la decisión de burlar un obstáculo por el sector más libre, evitando los accidentes. Estas rutas no afectan el proceso de pulverización de los terrenos que llevan a cabo, por lo que estos vuelos son más seguros y confiables.
“Estos drones hacen aplicaciones de tasa variable. Por ejemplo, si hay un ataque de una plaga en una parte del cultivo, con estas imágenes multiespectrales pueden saber qué parte está afectada y aplicarlo sólo a esa parte. Por las partes sanas, en cambio, va a sobrevolar siempre con sus boquillas o aspersores cerrados”.
La precisión de los drones con IA también tiene positivas consecuencias en el uso eficiente de agua en los cultivos. Como el volumen de agroquímicos se hace de forma sectorizada, esto implica que no se necesitan grandes volúmenes del recurso hídrico como ocurre en la agricultura tradicional, en que se desperdician ingentes cantidades. Álamos asegura que se puede llegar a ahorros de entre un 90 y un 95 por ciento de agua.
Otra de las ventajas comparativas de los drones de DJI Dronespray es la posibilidad de generar imágenes multiespectrales a través de sus cámaras. Esto permite hacer un análisis pormenorizado del vigor de la planta a través del análisis de un ortomosaico, una conjunción de fotos aéreas tomadas por el dron. “El dron traza rutas de vuelo automáticas en base a los parámetros que uno mismo determine: altura, anchos de trabajo, velocidades. Permite determinar qué tan sana está la planta y qué parte está afectada. Esa información se va al dron, y éste irá aplicando la dosis de agroquímicos según el estado del cultivo”, apunta Jorge Álamos.
En términos generales, añade Álamos, lo que ocurre con los agroquímicos es que, por ejemplo, se aplica a la hectárea completa en vez de hacerlo en un espacio acotado donde las plantas se hallan más dañadas. “Estos drones hacen aplicaciones de tasa variable. Por ejemplo, si hay un ataque de una plaga en una parte del cultivo, con estas imágenes multiespectrales pueden saber qué parte está afectada y aplicarlo sólo a esa parte. Por las partes sanas, en cambio, va a sobrevolar siempre con sus boquillas o aspersores cerrados”, comenta el ingeniero ambiental.
Por ejemplo, añade Jorge Álamos, normalmente se suelen aplicar dosis de 200 cc de insecticida en una hectárea, siendo que a veces sólo un décimo de esa hectárea es la que permanece dañada. Con el uso del dron, en cambio, esos mismos 200 cc pueden ser aplicados para 10 hectáreas. “Esto produce un efecto en la disminución de la contaminación. Sabemos que algunos de estos productos químicos tienen moléculas muy resistentes que contaminan el agua. Es algo de dulce y agraz. No podemos dejar de aplicarlos para alimentarlos. Pero el dron tiende a disminuir esa carga química”, subraya el gerente general de DJI Dronespray.
Según el emprendedor, las mismas dosis precisas y necesarias se pueden aplicar en lo que respecta a los fertilizantes. “Contienen boro, y el exceso o escasez de boro genera desequilibrio en la tierra y puede matar vidas”, comenta. “Al aplicarlo en base al requerimiento real podemos aspirar a una agricultura 4.0 sostenible”, complementa.
Otras aplicaciones que tienen estos drones IA son las cámaras térmicas, que permiten detectar los puntos de calor cerca de los cultivos y, por lo tanto, potenciales incendios durante el día, el momento más difícil para pesquisar los siniestros. Asimismo, estos elementos multitareas pueden aportar en el secado de cultivos post-lluvia, labor que comúnmente se realiza con helicópteros.
“En el arroz el dron es una tremenda herramienta. Es una solución más que una opción. Y nosotros vimos una posibilidad importante de resolver varios problemas, como los daños en los cultivos y el contacto con agroquímicos de las mismas personas”.
Drones: ahorro de tiempo valioso
Si bien en principio los drones lograban sobrevolar los campos de arroz en Chile, a poco andar descubrieron que podían ser aplicados en cultivos de trigo, cebada y, en general, todo tipo de cereales.
Es el caso del agricultor de trigo, Patricio Toledo, de San Carlos de Ñuble, a quien le cambió la vida el empleo de esta tecnología de punta: “Los drones permiten una supervisión más rápida y detallada de los cultivos, lo que facilita la detección temprana de problemas como plagas, enfermedades o deficiencias nutricionales. Además, la capacidad de mapeo proporciona información valiosa sobre la salud de los cultivos y ayuda en la toma de decisiones para mejorar la eficiencia y rendimiento”.
Para Toledo el recurrir a los drones ha repercutido en más tiempo libre para disfrutar con su familia: “Las pérdidas por hectárea han disminuido significativamente. Cuando trabajaba en el campo arriba de mi caballo, sólo por pisoteo aproximadamente perdía 5 a 6 quintales por hectárea y con el dron es cero pérdidas. Otro tema es el ahorro de tiempo, cuando aplicaba con bomba espalda podía pasar 2 jornadas en 1 o 2 hectáreas caminando, en cambio ahora con el dron en la misma área trabajada, demoro 5 minutos, tiempo libre que ya puedo pasar con mi familia. La supervisión y el mapeo de grandes extensiones de tierra que podrían llevar días con métodos tradicionales, ahora se pueden realizar en cuestión de horas”.
Por otra parte, el rango de precio de los drones varía según el modelo y sus capacidades. Oscila entre los 5.000 y los 30.000 dólares (equivalentes a $4.650.000 y $28.000.000, respectivamente). Álamos recalca que, aunque la inversión inicial parece costosa, los beneficios se pueden atestiguar rápidamente. “Tienen una rápida tasa de retorno, debido a sus beneficios a corto plazo, como la reducción de costos operativos, aumento de la eficiencia y mejora en la calidad de los cultivos. En promedio, la inversión retorna entre 8 y 12 meses posterior a la compra”.