Tres medidas de éxito para la COP25 de Chile
“La tarea ante nosotros es titánica y desconocida. Si bien hemos sido sede de eventos políticos de alto nivel como las cumbres APEC o de la Alianza del Pacífico, nunca hemos enfrentado un monstruo de las dimensiones de una COP”.
Al finalizar la COP24 en Katowice, consultada sobre su opinión respecto de los resultados de la reunión, Laurence Tubiana –destacada por la prensa como la arquitecta del acuerdo- comentó sobre el esfuerzo polaco que “probablemente hoy este proceso, este acuerdo, es ciertamente más completo, ambicioso y cautivador que cualquier otro [acuerdo global]”. Son palabras de reconocimiento que ya nos quisiéramos para Chile, llegada la segunda quincena de enero de 2020. Chile ha dado la sorpresa al asegurarse la sede de la COP25. ¡Vaya semana hemos elegido para asumir nuevas responsabilidades!
¿Cómo evaluar la medida del éxito de Chile en la presidencia de la próxima COP25? Me parece que es necesario distinguir al menos tres aspectos fundamentales: el interno, el externo y un meta nivel que podríamos llamar de agenda.
LA INTERNA: aquí nadie sobra
Hemos destacado previamente que a estas alturas el país cuenta con equipos calificados tanto al interior del Estado como fuera de éste. Sin embargo, también es cierto que nuestro Estado tiene un tamaño reducido y que sus equipos especialistas son pequeños. De hecho, como ha sido la costumbre en Chile, estos equipos se han combinado en repetidas ocasiones para enfrentar desafíos logísticos y políticos como la definición de una posición nacional ante una conferencia o una negociación.
En estas definiciones en torno al cambio climático, los actores que tradicionalmente convocan y lideran el trabajo son los ministerios del Medio Ambiente y de Relaciones Exteriores, a través de su División de Cambio Climático y Dirección de Medio Ambiente, respectivamente. A esta dupla que combina conocimiento técnico, protección del ambiente y política exterior, y se unen por supuesto los ministerios de Hacienda, de Energía y Agricultura. Atrás, pero con algo de participación figuran, Transporte, Vivienda y Minería.
Pero estos equipos difícilmente -y con gran sacrificio- son capaces de dar abasto. Generalmente durante las COP, en particular en aquellas de las que esperamos resultados concretos -el borrador de un tratado o de la decisión que los implementa-, estos equipos crecen de la mano de la sociedad civil, la academia y la industria. Nuestra delegación ha llegado a sumar más de 60 participantes entre funcionarios públicos, parlamentarios, académicos, activistas y empresarios. Los resultados han sido por lo general positivos. Todos ganamos.
Sin embargo, como ya se ha dicho, la tarea ante nosotros es titánica y desconocida. Si bien hemos sido sede de eventos políticos de alto nivel como las cumbres APEC o de la Alianza del Pacífico, nunca hemos enfrentado un monstruo de las dimensiones de una COP.
Necesitamos expertos en la negociación internacional, expertos en procesos participativos complejos, facilitadores experimentados y con robusto conocimiento técnico de los temas complejos que se negocian, diplomáticos respetados y conocidos en la arena climática y de la sustentabilidad que sean los campeones de la visión del país para esta COP25.
“Para organizar una COP de manera efectiva, eficaz, eficiente, y superar los cuestionamientos pendientes sobre nuestro liderazgo, habrá que acostumbrarse a la maleta y la valija diplomática por 12 meses (…) La misión hacia afuera es clara: necesitamos convocar un concierto internacional de voluntades para dar una respuesta multilateral y definitiva al cambio climático”.
Es de la mayor urgencia para el gobierno reunir a un importante número de especialistas (entre 50 y 100 como una base mínima) de diversas instituciones públicas y privadas del país conocedores de esta temática, para contar con la mayor diversidad posible de experiencias y de propuestas concretas, que pueden orientar positivamente la toma de decisiones y la adopción de una estrategia sólida para la COP25.
¿Será que el actual gobierno conformará, con la mayor especialización posible, los equipos de personas expertas que pueden darle a Chile una satisfacción y éxito en su primera incursión como sede de una COP?
LA EXTERNA: rondas y rondas
La negativa del gobierno a ratificar Escazú y Marrakesh, dos instrumentos políticos internacionales que buscan establecer criterios comunes y directrices voluntarias de cooperación multilateral, siembran la duda sobre la seriedad del país en dos temas que resultarán claves para el desarrollo de la conferencia del clima en Chile: transparencia y migración, respectivamente.
Hemos destacado e insistiremos en la relevancia de las rondas diplomáticas que Chile deberá desplegar hacia enero de 2020. Particularmente delicada será la aproximación a nuestro propio barrio: grupos influyentes como el compuesto por Argentina, Uruguay y el díscolo Brasil (BAU), o el grupo bolivariano que integran Venezuela, Cuba, Ecuador, Nicaragua y nuestra hermana Bolivia. Para organizar una COP de manera efectiva, eficaz, eficiente, y superar los cuestionamientos pendientes sobre nuestro liderazgo, habrá que acostumbrarse a la maleta y la valija diplomática por 12 meses, y diseñar esas rondas de manera astuta.
La misión hacia afuera es clara: necesitamos convocar un concierto internacional de voluntades para dar una respuesta multilateral y definitiva al cambio climático.
LA AGENDA: hablemos en serio
Finalmente resulta fundamental establecer una agenda de prioridades que beneficie al sistema global, pero que en particular redunde en un beneficio para Chile como anfitrión de la COP25.
Atraer inversión, desarrollo y fortalecimiento de capacidades, apertura de nuevos mercados, transferencia de tecnologías y por supuesto innovación, pasará por una puesta en escena creíble y la estructuración de un discurso basado en mensajes claros y contundentes, tanto para la comunidad internacional que nos visite como para la audiencia local que seguirá con atención el desempeño del anfitrión. Podemos aventurar algunos temas de agenda como para ir abriendo la discusión.
“Chile quiere ser un jugador temprano o ‘first mover’ en el mercado internacional del carbono. Cuenta con el apoyo transversal de la industria nacional que pide a gritos certeza jurídica y la introducción de mecanismos de compensación y flexibilidad en la normativa climática de Chile”.
Urgencia
Ya hemos detectado algunas señales positivas que buscan acoger los resultados de la ciencia: junto con Vietnam y Noruega, Chile es un de los pocos países que ha recogido el llamado de urgencia y comprometido una nueva contribución más robusta y ambiciosa que la anterior al Acuerdo de París, para 2020. Esto es una clave comunicacional importante y consistente con la posición de Chile respecto de la ciencia del clima: debemos hacernos cargo de ella, y diseñar nuestros planes en línea con sus resultados y alertas. Por cierto, la ciencia será la gran protagonista, de la mano del Informe Especial del IPCC 15SRcuya principal advertencia es que a los ritmos actuales de crecimiento de emisiones, restan sólo 12 años para que el aumento en las temperaturas supere globalmente los 1.5º C. Esto debiera ser el punto de partida de nuestra COP. La urgencia de la acción. El rescate de la ciencia.
Mercados
La negociación completa del artículo 6 del Acuerdo de París fue postergada para la COP25 debido a la imposibilidad de superar las diferencias entre la visión brasileña y la de la Unión Europea. Este juego permanente entre laxitud y control nacional de las reglas, versus rigidez y control internacional de las reglas, tiene a las partes que negocian este tema en discusiones sin fin, mientras el mercado internacional del carbono se desploma.
Chile es un país austral, remoto y pequeño. Por ello nos volcamos al exterior para buscar oportunidades de negocio y crecimiento. En materia de unidades de mitigación internacionalmente transferibles del Acuerdo de París (ITMO o internationally transferred mitigation outcomes), un equivalente a los certificados de reducción de emisiones del Protocolo de Kioto, Chile es un actor internacionalmente relevante por tres motivos: a) su percibida estabilidad y probidad institucional-normativa, b) la gran cantidad de bosques nativos y plantaciones forestales, y c) las metodologías más o menos robustas que ha desarrollado el país para la medición, reporte y verificación de estas unidades.
Chile quiere ser un jugador temprano o “first mover” en el mercado internacional del carbono. Cuenta con el apoyo transversal de la industria nacional que pide a gritos certeza jurídica y la introducción de mecanismos de compensación y flexibilidad en la normativa climática de Chile.
El mercado del carbono ha sido nuestra mayor apuesta en el marco de la CMNUCC y un tema que ha recibido la cobertura de la cuasi totalidad de los ministerios encargados. Por lo mismo, debiese tomar un rol central en la agenda de prioridades políticas que el gobierno identifique.
“Ante una comunidad internacional que permanece impávida, con contribuciones nacionales al Acuerdo de París cuya sumatoria nos deja en una trayectoria de aumento de la temperatura por sobre los 3ºC a 4ºC, resulta fundamental revisar la capacidad adaptativa y dotar a este carril de negociación de un necesario empuje”.
Bosques
Qué duda cabe sobre la vocación forestal del país. Según CONAF, el 22% de la superficie del territorio nacional está cubierta de “bosques” (16 millones de hectáreas). De éstas, al menos un 18% (14 millones de hectáreas) corresponde a bosques nativos y 4% (2 millones de hectáreas) corresponden a plantaciones forestales. Con los últimos dos veranos en Chile, ¿qué dudas nos caben de la vulnerabilidad de este precioso recurso frente a los incendios forestales estivales? Nos han dejado un corolario de devastación, con un impacto directo en el balance neto de nuestras emisiones reportadas en el Tercer Informe Bianual de Actualización, lanzado esta semana por el Ministerio del Medio Ambiente. Se calcula que la pérdida acumulada de superficie boscosa es cercana a los 1.5 millones de hectáreas.
Además, Chile ha sido un pionero global en metodologías en materia de bosques. Con el objeto de “disminuir la vulnerabilidad social, ambiental y económica que genera el cambio climático, la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía sobre los recursos vegetacionales y comunidades humanas que dependen de éstos, a fin de aumentar la resiliencia de los ecosistemas y contribuir a mitigar el cambio climático fomentando la reducción y captura de emisiones de gases de efecto invernadero en Chile”, en 2010 se comenzaron los trabajos de la Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetativos.
Por ello, sumado al interés regional y mundial en el desarrollo institucional de las acciones en bosques, Chile deberá considerar establecer este como un punto de interés.
Resiliencia
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés) define la resiliencia como “la capacidad de un sistema ecológico o social de absorber perturbaciones manteniendo la misma estructura y formas de funcionamiento básicas, la capacidad de auto-organización y la capacidad de adaptarse al estrés y los cambios”(IPCC, 2007).
Ante una comunidad internacional que permanece impávida, con contribuciones nacionales al Acuerdo de París cuya sumatoria nos deja en una trayectoria de aumento de la temperatura por sobre los 3ºC a 4ºC, resulta fundamental revisar la capacidad adaptativa y dotar a este carril de negociación de un necesario empuje. En particular en cuanto al progreso relativo respecto de la meta global de adaptación: aumentar la capacidad adaptativa y resiliencia y disminuir la vulnerabilidad, promoviendo el desarrollo sustentable.
Con 7 de los 9 criterios de vulnerabilidad climática de la CMNUCC verificados en el territorio y comunidades de Chile, es fundamental y estratégico para el país que discutamos globalmente los criterios que utilizaremos para evaluar vulnerabilidad y resiliencia.
“Chile debiese alzar una voz de cordura y experiencia, y con sus equipos técnicos trazar correctamente un derrotero adecuado para el desarrollo institucional necesario que intersecte océanos y clima de manera positiva”.
Pueblos originarios y conocimiento ancestral
Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la CMNUCC, ha señalado que “los pueblos originarios deben ser parte de la solución al cambio climático… porque tienen el conocimiento ancestral de sus antepasados… el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático reconoce su papel en la construcción de un mundo que sea resistente frente a los impactos del clima “.
Así, en los últimos dos años las partes han desarrollado un portal web especializado, para recibir insumos y experiencias de pueblos originarios en su lucha contra el cambio climático.
Nos parece que es un buen momento para convocar a los sobrevivientes de nuestros pueblos rapanui, mapuche, aymara, kawesqar, quechua, atacameño, colla, diaguita y yámana para que con orgullo compartan su visión de vida y desarrollo, con la esperanza de brindarles dignidad y sumarlos a participar de la vida pública nacional e internacional hacia los objetivos de mitigación y adaptación del Acuerdo de París.
Océanos
Chile ha liderado una iniciativa mundial llamada “Because The Ocean”, que busca destacar el rol clave de los océanos en la regulación del sistema climático mundial. La Cancillería de Chile destaca en su sitio web: “El océano es uno de los reguladores climáticos más importantes del planeta, que en los procesos de absorción de CO2 sufre grandes consecuencias en los niveles de acidificación y de pérdida de biodiversidad, afectando la seguridad alimentaria y los medios de vida de las comunidades costeras.” En efecto, en su preámbulo, el Acuerdo de París señala la importancia de garantizar la integridad de los ecosistemas oceánicos. La iniciativa que lideró Chile fomenta la presentación de contribuciones nacionales que incluyan acciones para minimizar los efectos adversos en el océano. Así se prepara Chile para su segunda contribución nacional.
Por ello, y ante la urgencia de encausar esta discusión en los órganos adecuados del sistema de la CMNUCC, es que Chile debiese alzar una voz de cordura y experiencia, y con sus equipos técnicos trazar correctamente un derrotero adecuado para el desarrollo institucional necesario que intersecte océanos y clima de manera positiva. El riesgo de darle una acogida inadecuada es perder por completo el control del sistema climático bajo falsas expectativas en la conservación de determinadas parcelas oceánicas.
El embajador Peter Thomson, de Fiji, es el enviado especial de Naciones Unidas para los océanos. En su discurso inaugural de la cena 2017 de Because the Ocean, recalcó, citando a Otto Von Bissmark: “Un estadista es un político que toma decisiones con sus nietos en mente.” Esa es la visión que se requiere para el diseño y facilitación de la COP25 que se desarrollará en nuestra casa.
*Andrés Pirazzoli es abogado de la Universidad de Chile y Master of Environmental and Natural Resources Law de la University of Oregon. Negoció por el gobierno de Chile el Acuerdo de París, coordinó el proceso de elaboración de la contribución chilena a dicho acuerdo, y asesoró posteriormente a los países AILAC liderando la unidad de asesores ministeriales. Actualmente es consultor independiente trabajando para los ministerios de Hacienda, Ambiente y Energía en Chile, en aspectos claves del desarrollo institucional climático nacional.